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Anfo: los orìgenes de la Beata Irene (segunda parte)

Una familia cristiana

Juan Stefani provenía de una familia discretamente próspera: además de poseer una granja - la Carpeneda - a unos dos kilómetros aproximadamente del pueblo en la zona más fértil de Anfo, y varias cabezas de ganado, se había dedicado al comercio del vino, logrando encargarse de los suministros de las tropas residentes en la fortaleza. Algunos años más tarde, en 1906, habría obtenido de la municipalidad, una licencia para administrar una hostería - "El Caballito" – gracias a la cual hubo consolidado aún más su posición económica.

Juan había adquirido del Comando Militar una linda casa de dos plantas en el centro urbano, en las cercanías de la iglesia, dotada de muebles rústicos y de bodega que él mantenía escrupulosamente limpia: la hermana Mina nos hace saber de noticias  recogidas personalmente en Anfo, indicando que hasta los cilindros de los barriles, tenían que ser pulidos con  Sidol, y los barriles cuidadosamente barnizados, al punto que su bodega parecía un salón.

Le gustaba la música y en su casa tenía un piano: desde joven había ido a las clases del organista de un pueblo cercano y luego se perfeccionó en Brescia con el maestro Isidoro Capitanio, quien impresionado por el talento de este muchacho de quince años, un día lo invitó a tocar el órgano en la iglesia de San Alejandro. La sólida fe y profunda piedad vivida en su familia lo encauzaron pronto hacia la parroquia, de la que se convirtió en un activo colaborador, obviamente, también como organista. El padre Mabellini luego hizo el resto, como así también su sucesor el padre Andrea Pelizzari.
la iglesia de Anfo
Juan ponía a Dios en primer lugar en su vida cotidiana. Su oración favorita era el Ángelus, a causa de aquel Fiat pronunciado por la Virgen, en obediencia a la voluntad divina. Hacer la voluntad de Dios se había convertido para él en una especie de jaculatoria, así como el Agimus, la breve fórmula con la que se agradece a Dios por sus beneficios. Por lo tanto oraciones antes de las comidas, rezo vespertino del rosario que guiaba él personalmente, concluido con el ritual Alabado sea Jesucristo, al cual todos respondían Siempre sea alabado eran acciones -o costumbres- cotidianas.
Con tales antecedentes, también al programar su matrimonio Stefani había elegido bien: Anunciación Massari resultó ser la mujer ideal. Un cuñado de la Beata, Juan Zecchini, ha confirmado: "Es natural que un hombre inspirado por la fe como fue el padre de la hermana Irene eligiera una compañera de incuestionable moral y de profunda fe religiosa. Así era la buena señora Anunciación quien, a estas cualidades, unía un carácter jovial y alegre incluso en las inevitables dificultades de la vida. Prueba evidente de su profundo sentimiento religioso es su numerosa prole, a la que se prodigó por entero, sufriendo especialmente la pérdida de varios hijos.

Con el paso de los años, Juan Stefani desempeñará también en Anfo un papel significativo a nivel administrativo, de 1902 a 1916, como miembro de la Comisión de Supervisión de las escuelas municipales; en 1905 será elegido concejal en el municipio, continuando en ese puesto hasta ocupar el cargo de intendente en 1921.

Mercedes, llamada "Cede"
El 22 de agosto de 1891, en ​​la casa Stefani, se hizo fiesta por el nacimiento de una niña. Era un sábado, día tradicionalmente consagrado a la Virgen. Y, como siempre se acostumbraba en la familia, cada criatura que venía al mundo era llevada a la iglesia y consagrada a la Virgen María. La pequeña fue inmediatamente asentada en el registro municipal con los nombres de Aurelia, Jacobina y Cede (diminutivo de Mercedes). En los registros de la iglesia parroquial donde fue bautizada al día siguiente, dos de los tres nombres resultaron ligeramente modificados en Aurelia, Jacoba y Mercedes. 
Mercede Stefani
La mamá, Anunciación Massari estaba en el quinto embarazo. A este le seguirían otros siete con resultados alternos. María, la primogénita, nació muerta en 1885; luego vinieron María Rosa (1886), Antonio (1888), Ema (1889); después de Mercedes llegarían Ester (1893), Hugo Guido (1894), otra María Rosa (1896), llamada así porque la primera había volado al cielo a la edad de siete años, aunque también ella la alcanzaría en 1898); la tercera María Rosa (1898), Antonio (1900), Antonieta (1901) y Hugo (1903). Como lamentablemente ocurría en esos tiempos de elevada mortalidad infantil, una pulmonía truncaría más tarde la vida de Antonio a sus 10 años, y también la del segundo a sólo once meses, en julio de 1901, al año siguiente habrían fallecido también Hugo Guido de siete años y medio, y Hugo en 1908. Ningún niñito  sobrevivió, y quedaron sólo cinco niñas en la familia.
Respecto a Antonio, Hugo-Guido y Hugo, el papá Stefani había soñado algunos  proyectos, ya sea para continuar con la responsabilidad de la posada y del comercio de vinos, como para tener más tarde al menos un sustituto sobre el teclado del órgano en la Parroquia. Antonio, en particular, dotado como era de un gran talento musical, además de tirar del fuelle durante las funciones religiosas, estaba aprendiendo a tocar el piano. Lamentablemente, el Señor dispuso lo inesperado, y en casa afrontaron esta serie de desgracias a la luz de la fe.

Anunciación se dedicó a la educación de las hijas, guiándolas con amorosa firmeza, apoyada en esto por su marido. Las quería siempre a la vista, especialmente en la Carpeneda donde pasaban la mayor parte de la semana, sobre todo en verano. Como en las cercanías estaba la fortaleza con su ir y venir de soldados, a veces, teniendo que dejarlas solas, las vestía como varones o escondía sus trenzas bajo amplios sombreros; quien las hubiese visto trabajar en la huerta o en la viña fácilmente las habría confundido con jóvenes trabajadores. Sin embargo no era una fuga de la realidad: las chicas sabían cómo comportarse también con el rostro descubierto.

Hay una foto de la familia Stefani del año 1904 en la Carpeneda, en la que se ve todavía al pequeño Hugo en brazos de su mamá. Mercedes es la primera de la izquierda, con un vestido de tela igual al de Ester y al de Emma. En el rostro de la Beata se notan los rasgos delicados de la adolescente de trece años: la mirada serena y dulce, labios que insinúan una tenue sonrisa. Ya el solo hecho de posar para una foto, en aquellos tiempos, significaba un bienestar discreto. Giovanni Juan Stefani ostenta, de acuerdo con la costumbre de aquella época, un lindo par de bigotes y aparece en la plenitud de sus fuerzas, mientras que la expresión fatigada de mamá Anunciación, le agrega años a sus 41 primaveras (de hecho morirá sólo tres años después).

la familia Stefani
(Del libro: "El evangelio de la sonrisa" de E. Montonati)

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