ABConsolata

Misioneras de la Consolata en Argentina y Bolivia
¡BIENVENID@S!

Una familia misionera

 Hola!!! Somos la familia Gómez, de Formosa, capital –Argentina, y queremos compartir lo que el amor de Dios, nuestro Señor y Salvador,  hizo en nuestras vidas (Is. 43).   Él quiso hacer de nosotros algo “nuevo” y nos  regaló una nueva vida por su amor y su misericordia con la que hemos sido bendecidos y consolados en la dificultad, la angustia y  la enfermedad, para anunciar este consuelo amoroso y la esperanza que es Cristo,  más allá de las fronteras… mas allá de nuestras propias fronteras.



Somos: Hugo Esteban (47), Mariana de los Ángeles (42), Pablo Esteban (20) y Natacha Patricia Belén (16) que queremos responder al llamado de Dios,  a la vocación  de Laicos Misioneros de la Consolata (LMC) abrazando con su gracia, el Carisma Consolatino - Allamaniano como nuestro estilo de vida, junto a toda la Familia de la Consolata, nuestra familia.
Pertenecemos a la Comunidad de LMC de Palo Santo – Formosa - (matrimonio), nos acompaña en la comunidad nuestra hija Natacha. Nuestro hijo Pablo participa de actividades misioneras para jóvenes, organizadas por sacerdotes y seminaristas del IMC.

Bendito sea Dios porque miró con bondad nuestra pequeñez, y lo que empezó siendo nuestro sueño de novios: construir una feliz familia cristiana, hoy es un regalo de Dios: la vocación misionera, compartida por todos los que integramos esta maravillosa familia.
 Somos como cualquier familia que vive dignamente con el fruto de su trabajo, procuramos las mejores oportunidades para los hijos,  hacemos frente a las crisis y nos levantamos una y otra vez con esperanza renovada… pero lo que nos fortalece  es la confianza de saber que no estamos solos,  el amor de Dios se derrama en cada uno a través del Beato Padre José Allamano y Ntra. Madre Consolata, quienes nos protegen, guían y abren los caminos.    Contemplando la grandeza del Señor, reflexionamos: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, Señor? (Sal.8, 4), y reconocemos lo que somos… pero más aún, reconocemos la misericordia del Padre que por diversos caminos viene a nuestro encuentro.

Fue así que el 7 de marzo de 2009, el Señor regaló a nuestra familia la gracia de conocer a la Misionera de la Consolata Hna Hannah Wambui Ndungu, que desde su rol de animadora y coordinadora de la misión en nuestra provincia, junto al  Pbro. Antonio Caballero –director diocesano de la pastoral misionera-, organizaban el Primero Congreso de Jóvenes de Formosa. En adelante se conformó un equipo de colaboradores para tales fines, y fue entonces que la llama de la misión comenzó a arder en nuestro matrimonio, haciendo experiencia de la consolación de Dios ante la pérdida de nuestra abuelita de 97 años.
Desde aquellos tiempos, el Padre Allamano fue cautivando nuestro espíritu con su pedagogía misionera plasmada en las palabras y actitudes de sus hijas misioneras de la Consolata que vivían en Palo Santo, a 140km de nuestra ciudad. Eran años difíciles  para nuestra familia, Hugo iniciaba diálisis a causa de una insuficiencia renal crónica terminal, pero una vez más el consuelo del Señor se hizo presente mediante las Hermanas Misioneras de la Consolata.
La hna. Hannah nos recibió en su corazón, con generosidad y total apertura para llevarnos  hacia una profunda experiencia de encuentro personal con el maestro: Jesús,  “en la escuelita del amor”.



La casa de las hermanas de la Consolata, en Palo Santo, era como nuestro hogar… allí encontrábamos el sosiego que nuestra alma necesitaba… allí toda la familia respirábamos el perfume de Dios en cada una de ellas: Hna. Antoniana (testimonio de profunda fe y confianza en el “fundador”), Hna. Mery (la alegría y sencillez que acoge), Hna. Susan (servicial desde el silencio), Hna. Teresa (la sonrisa y ternura de Dios), Hna. Prima Rosa (sincera, dinámica y optimista), Hna Hannah (paciente, humilde, sabia). Ellas fueron verdadero instrumento del amor de Dios: abrieron su corazón y sus oídos para amarnos y sentirnos amados, escuchados y consolados.      Desde su ejemplo, comprendimos el significado de la unidad en la diversidad, a vivir unidos en un mismo cuerpo, un mismo espíritu de familia. Ellas nos contagiaron su ardor y fervor apostólico a través del compartir cada fin de semana que las visitábamos en su casa, y  que nos recibían con hospitalidad y alegría.
En uno de los encuentros,  la Hna Hannah nos propuso caminar junto a los LMC de Palo Santo, Formosa, invitándonos a participar de convivencias, retiros, formación… y tras la necesaria preparación, discernimiento y apertura del corazón generoso de la Hna Mary Carmen, hicimos nuestro primer compromiso misionero en octubre del año 2011. (1 Cor. 15, 8-10)
Así, las hermanas fueron nuestras madres, hermanas, amigas y compañeras de camino, y abrieron las puertas de la Familia Consolata para que seamos parte de ella, y así vivir unidos en fraternidad y en un mismo espíritu de familia.

Nos identificamos con la Familia de la Consolata porque refleja la pedagogía de Jesús mediante las enseñanzas y consejos de su fundador Padre José Allamano, haciendo posible una iglesia abierta, solidaria, cercana al otro. De ella aprendimos el camino y los medios para vivir nuestra vocación misionera en plenitud, en búsqueda de la santidad con decisión y constancia.
Encontramos nuestra fortaleza y paz en  Jesús Eucaristía; nuestra Madre María, la que descubrimos como Virgen Consolata que es nuestro modelo y guía; abrimos nuestra mente y corazón a las enseñanzas del Beato José Allamano (la oración, el  trabajo y el estudio); queremos seguir las huellas de Jesús como discípulos misioneros para la misión Ad Gentes.

Creemos que la misión es el camino de una Iglesia “abierta”, reflejo del Padre Misericordioso que sale al encuentro de quien más lo necesita. El laico misionero es un instrumento para la evangelización de la actual sociedad: es preciso la “toma de conciencia del don y de la responsabilidad que todos los fieles laicos —y cada uno de ellos en particular— tienen en la comunión y en la misión de la Iglesia” (Christifideles laici. 2)



Solo por obra del Espíritu Santo, que anima y acompaña la misión de la Iglesia,  hoy podemos sentir en nuestro interior  un profundo ardor y entusiasmo misionero que nos mueve a salir de nosotros para decir “Aquí estoy, Señor”, a pesar de las propias fragilidades humanas, las dificultades de salud de Hugo (trasplantado renal: un milagro de fe), las múltiples tareas que tanto papá, mamá, hijos enfrentamos en el día a día ,  haciendo posible  vivir la fe  insertos en nuestra realidad cotidiana.
“Con todo, llevamos este tesoro en vasos de barro, para que esta fuerza soberana se vea como obra de Dios y no nuestra.”(2Cor. 4, 7)  
 Hoy nuestra vida es misión…y la misión es nuestro estilo de vida... porque el cambio empezó en cada uno,  por gracia de Dios, renovados en la fe, la esperanza y el amor.
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1 comentario:

  1. Animate vos también!!! Cristo vale la pena!!! la Consolata todo lo hace!!! y el Beato Allamano hace por sus hijos grandes cosas.... Benidiciones!!!!

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