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Misioneras de la Consolata en Argentina y Bolivia
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Hna Donatila: misión educación

Hace un año que pido a la Hermana Donatila que me conceda una entrevista, y por fin podemos encontrarnos un rato para charlar como hermanas, tomando un mate con tranquilidad. Me dice: “Vení a mi pieza”. Voy, y ahí me encuentro con un montón de fotografías: mirando cada imagen, Hna Donatila sonríe y muchas veces me comenta. “Este es uno de los primeros alumnos que tuve... Esta ahora es mamá... Esta así y así...”
Cada foto una historia de vida, preciosa a los ojos de Dios y también al corazón de Donatila. Pasear con ella en Merlo es muy peligroso: a cada paso una persona la saluda y se pone a charlar con ella, así que si tenés apuro... ¡mejor andar sola!


¿Cuándo llegaste a Argentina?
Llegué en el 1964, junto con las primeras hermanas argentinas que regresaban al país, después de haber hecho su formación en Italia. En Merlo había el proyecto de abrir una escuela, y yo, recién llegada y con poca preparación, puse mano a la obra. ¡El primer año fueron 60 niños del jardín, el segundo ya eran 120!

¿Cuándo entraste al Instituto, soñabas con Argentina, o con otros territorios de misión?
Mi vocación demoró mucho para llegar a la decisión de entrar al Instituto de las Misioneras de la Consolata. Cuando – terminada la primera formación  - hice los votos religiosos, yo estaba muy feliz: mi felicidad era pertenecer a esta familia religiosa. Nunca me importó el lugar donde estaba.

Hna Donatila en el Colegio Consolata de Merlo
¿Dónde pasaste los primeros años como Misionera?
En Italia: me pusieron primero en la portería de la Casa Madre. Ahí pude conocer y vivir con nuestras primeras hermanas, las columnas de nuestra familia, como eran Madre María de Los Ángeles, Madre Margarita, Madre Nazarena. Luego trabajé con los niños en las guarderías de las zonas pobres de Turín, donde vivían familias de migrantes del este de Italia, o hijos de obreros de las fábricas de la ciudad. Me gustaba trabajar con los niños, aprendí mucho. Madre Nazarena por eso me dijo: “Vos tenés muy buena capacidad como docente”. Llegó en fin el día tan importante de la destinación misionera: en este tiempo llegaba una cartita azul, y todas sabíamos que se trataba de la comunicación sobre nuestra futura querida misión. En mi carta estaba escrito: estás destinada a Argentina, y allí abrirás una guardería.

¿Cuál es la alegría más grande que probaste en tu vida misionera?
El encuentro con la gente, que enriquece siempre, y es una grande alegría.
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