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Mis recuerdos del COMLA VI- CAM I

El VI Congreso Misionero Latinoamericano (COMLA VI) y I Congreso Americano Misionero (CAM I) se realizó en Paraná, Argentina del 28 de Setiembre al 3 de Octubre de 1999

foto de la apertura del Congreso

En el mes de abril de 1992 empecé mi labor como Secretaria de la CEM (Comisión Episcopal del Misiones) y del CONAMIS (Consejo Nacional de Misiones), este último es un órgano dependiente de la misma Comisión Episcopal. Poco a poco fui descubriendo las grandes posibilidades que este ámbito ofrecía para fomentar la espiritualidad misionera como exigencia de la fe, ayudando a tomar conciencia de la dimensión misionera del Bautismo.

En 1995, al finalizar en Belo Horizonte, Brasil el COMLA V, todos vivimos la alegría de saber que Argentina fue elegida como sede para el próximo COMLA VI, sin imaginar todavía que ese Congreso se transformaría en el Primer Congreso Misionero Americano (CAM I) incluyendo a todo el continente América. Esto ocurrió después de la celebración del Sínodo de los Obispos para América y de la correspondiente presentación de la Exhortación  apostólica “Ecclesia in América” del 22 de enero de 1999 que puso en evidencia las tres características fundamentales que definen la identidad religiosa de todo el continente América: la común raíz cristiana, la vitalidad de una Iglesia joven y el pluralismo cultural. Los Obispos argentinos aceptaron la propuesta recibida en Roma de transformar el COMLA VI en el Primer Congreso Misionero Americano incluyendo de este modo a los países de América del Norte y a partir de este momento se empezó a hablar del Primer CAM.

Necesitaría muchas páginas para describir lo que dejaron en mi vida tantos momentos emotivos vividos durante la preparación de este acontecimiento. Siendo imposible enumerarlos a todos, mencionaré brevemente solo algunos de los que quedaron como vivencias imborrables en mis recuerdos.

Importancia de la oración como requisito fundamental ante las dificultades: los medios con que contaba Argentina para organizar un evento de esta magnitud eran muy pobres y escaso el tiempo que restaba para ampliar un proyecto latinoamericano a todo el continente, (incluyendo dos lenguas: inglés y francés), y se empezó a trabajar poniendo la confianza en el único que puede solucionar todas las dificultades. El Presidente de la Conferencia Episcopal entonces, Mons. Estanislao Karlic, junto con el Presidente de la CEM Mons. Antonio Baseotto, me pidieron que enviara cartas a todas las comunidades de Clausura del país explicando nuestra necesidad y pidiendo su apoyo con la oración. Las respuestas no tardaron en llegar el gran cambio se notó rápidamente, ya sea encontrando a personas generosamente disponibles para dedicar gran parte de su tiempo a algunas de las múltiples tareas que requería la organización, o bien como ayuda económica llegada de distintas fuentes.


El trabajo en plena armonía con todos los responsables de la animación misionera. Durante la preparación éramos muchos los que trabajamos al unísono, en los distintos centros del país colaborando con dedicación y amor tanto en la preparación como durante el desarrollo del programa para que este evento fuera lo que se esperaba.


El entusiasmo creciente y contagiante suscitado en cada encuentro.La fe se enriquece dándola”, es la experiencia ya comprobada y compartida en congresos anteriores, y repetida muchas veces: hay más alegría en dar que en recibir. La generosidad es la virtud por la que salimos de nosotros mismos para damos a los demás buscando su bien y poniendo a su servicio lo mejor de nosotros mismos, tanto los bienes materiales como espirituales. Comunicar con entusiasmo y convicción la Buena Noticia de Jesús e invitar a compartirla,  aumenta siempre más el entusiasmo y la alegría del que generosamente se da a si mismo. Con este entusiasmo se repetía incansablemente en cada encuentro el lema del Congreso: “¡América con Cristo, sal de tu tierra!”  que vibraba con gran fuerza durante los encuentros.

Experiencia de universalidad. El paso de la imagen de N. Sra de Luján y el avance de las banderas de cada uno de los países participantes, la presencia de los 2.867 congresistas, provenientes de 41 países, de cuatro continentes me causó una gran emoción al pensar que en ese pedacito de tierra argentina estaba representada una gran parte de la Iglesia. Cardenales, Arzobispos, Obispos,  Sacerdotes, Religiosos/as, Consagrados, Laicos, Seminaristas, todos vinieron a compartir como en familia el aporte de su cultura, de su experiencia de sus dificultades.




También vinieron 346 congresistas de la Infancia Misionera que difundieron su entusiasmo trabajando junto a, 53 niños extranjeros y 62 animadores de grupos, también de todo el continente además de los Grupos Misioneros los que superaron el cupo previsto. Se veían caminar también entre las multitudes presentes, 1.400 adolescentes y jóvenes paranaenses que se organizaron como servidores para cubrir los distintos servicios: traductores para los distintas idiomas utilizados: francés, portugués, inglés, más de 100 integrantes de varios coros para la animación de los actos culturales y masivos, 149 periodistas de todo el continente e incluso del Vaticano, Alemania, Bélgica y Polonia no solo de medios católicos, sino también de profesionales que cubrieron la información para medios seculares de tirada nacional e internacional. Todos ellos trabajando en torno al tema eje que fue: “Cristo, vida y esperanza para todos los pueblos”.


Los nuevos acentos misioneros. Una gran alegría y orgullo sentí al constatar los nuevos acentos misioneros cuando se habló de la realidad de América latina remarcando que América debe ponerse en marcha con lo que es, con lo que tiene, dando de lo suyo. La Iglesia en A.L. tiene riquezas y pobrezas que le son características y que debe compartir: el sentido de la salvación liberación, la devoción mariana, la valorización de la religiosidad popular, la opción por los pobres, la dinámica de las comunidades eclesiales de base, la alegría festiva...


Dando gracias a Dios por la fe recibida, sentimos el deber de proclamar la Buena Noticia a quienes aún no saben que Dios nos ama infinitamente y quiere nuestra felicidad. 
Hna Susana


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