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Misioneras de la Consolata en Argentina y Bolivia
¡BIENVENID@S!

La misión

Ya falta poco y estamos en el mes de las misiones: no todos saben que uno de los primeros en querer un día específico para sensibilizar el pueblo de Dios al tema misionero fue el Beato José Allamano, hace un siglo.
en Guinea (Africa)
¿Por qué? Nuestro Beato tenía en el corazón, desde su juventud, un deseo grande de salir para las misiones, sabiendo que en el mundo muchísimas personas aún no habían conocido a Jesús Cristo, sentía urgente el anuncio del Evangelio a los no cristianos.

en Mongolia (Asia)
Juan Pablo II escribía en 1990: La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse. A finales del segundo milenio después de su venida, una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio. Es el Espíritu Santo quien impulsa a anunciar las grandes obras de Dios: « Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe: Y ¡ay de mi si no predicara el Evangelio! » (Redemptoris Missio, 1)

Y Papa Francisco repite en el tercer milenio:
Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin de­moras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evan­gelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie. (Evangelii Gaudium, 23)

en Liberia (Africa) 
Dos Papas que nos invitan a ir más allá de nuestras fronteras, un Fundador y formador de misioneros que nos decía: “Dios les ha dado la vocación más grande, pues es la misma vocación de nuestro Señor Jesucristo, misionero del Padre”.

Escuchemos ahora unos pensamientos del Beato José Allamano que nos ayudan a vivir la misión en cada momento de nuestra vida y en cada lugar:

Ustedes tienen que ser misioneros en los pensamientos, en las palabras y en el corazón.

Para ser apóstoles es necesario tener fuego en el corazón. El tibio, el que no es frío ni caliente, nunca hará nada en la vida. El que no arde de este fuego divino, nunca podrá ser misionero.

Estamos llamados a amar a Dios para hacer bien el bien. Todo el bien posible y de la mejor manera. Cuanto más amemos a Dios, tanto más seremos santos misioneros. La medida de nuestra perfección es el amor.



No debemos pensar sólo en nuestra santificación, sino también en la de los demás. Tenemos que estar dispuestos a hacer cualquier sacrificio, diciendo: ". Todo lo hago por el Evangelio. Todo, todo. Me quiero sacrificar. Me donaré totalmente.

El amor al prójimo debe ser un estimulo para trabajar por la salvación de todos los hombres. No debe haber espacio para la apatía y la indiferencia, sino ardor por la salvación de las almas. Dios quiere la salvación de toda la humanidad y pide nuestra colaboración. Tengamos siempre presente estas verdades y transformémoslas en vida de nuestra  vida.


No debemos entristecernos si nos quitan obras, misiones o parroquias, para ser entregadas a otros misioneros. ¿Qué importa? Lo importante es que el Evangelio sea anunciado.
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