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Misioneras de la Consolata en Argentina y Bolivia
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Beata Irene: su vocación

            El lunes, 19 de junio, vigilia de la fiesta litúrgica de Nuestra Señora de la Consolata, Mercedes dio el adiós al pueblo de Anfo  y al lago a los que nunca más volvería a ver. Fue un momento de intensa conmoción para todos los presentes: desde sus hermanas, inmóviles en la puerta al lado de la madrastra, a "sus" niñas; desde los parientes hasta a los vecinos, muchos de los cuales habían compartido con ella la experiencia de la fe vivida. "Viva Jesús, viva María", dijo Mercedes abrazando a la viuda Mabellini, quien la despertaba durante el invierno tirando la cuerdita de la campana. Y la respuesta fue la misma: "Ahora y siempre."

la familia Stefani
            Para comprender la magnitud del sacrificio de esta muchacha es necesario retroceder a aquellos tiempos, en los que cuando se salía de Italia hacia otro continente, significaba, la mayoría de las veces, no regresar más. Este era el caso, a veces dramático, de tantos emigrantes. Hoy, gracias al transporte aéreo, no existen las distancias, mientras que en aquella época, el adiós era definitivo, sobre todo con las personas ancianas. Mercedes seguramente habría pensado en esto, pero en ella la alegría de poder dedicarse a la misión anulaba todo arrepentimiento. Después de mirar por última vez a su casa y a la iglesia cercana, subió en la carreta del papá, sentada entre él y el padre Capitanio y, agitando el brazo en señal de saludo, salió para Turín.

Anfo: la iglesia parroquial
            Era la primera recluta bresciana del Instituto del Allamano. La superiora de la comunidad naciente era entonces la hna Celestina Blanco de la congregación de las hnas. Josefinas de Turín. Una experta educadora, exigente y de mano firme, quizás demasiado, según el fundador. De todos modos, él dirá más tarde: "De todas las hermanas, ella es quizá con la que menos hablé, pero a quien conocí mejor".
            Llegaron de noche a Turín. Juan Stefani, atravesado el umbral de la "Consolatina", fue recibido por la madre Celestina. Según el relato de la hermana Margarita De Maria, él se arrodilló delante de la superiora "para confiarle su tesoro, su amada hija". La hermana también recuerda haberse cruzado con Mercedes en la escalera que conducía al primer piso: y "Me hizo una respetuosa reverencia relató- con una hermosa sonrisa. Esa inolvidable sonrisa estuvo siempre presente en su rostro, como postulante y como novicia, como profesa y como misionera". En pocos segundos, la hermana Margarita había percibido una de las características de la futura Hermana Irene, con la que se ganaba la simpatía de todos.



            Dos días más tarde, los tres pudieron ver personalmente al fundador. También esta vez Mercedes y su padre se arrodillaron, como para confirmar un ofrecimiento que a ambos costaba, pero sabían era agradable a Dios. El canónigo los bendijo, afirmando que había sido la Virgen Consolata a mandarle esta joven precisamente, en la víspera de su fiesta. Después, mientras Mercedes entraba en la comunidad femenina, donde ya se había instalado para iniciar el postulantado, él invitó a almorzar al párroco y a Stefani, a quien regaló un cuadro de la Virgen Consolata, “puesto más tarde" en la iglesia parroquial, en cuya sacristía se encuentra todavía en memoria de la primera misionera de Anfo. En el reverso se lee: “Recuerdo que me ha sido dado por el Monseñor Canónigo Rector de la Consolata en Turín el día 21 de junio de 1911 con ocasión del ingreso de mi hija Mercedes a la vida religiosa en el Instituto Misionero de la Consolata ". Sigue la firma: "Stefani Juan organista." 

(Del Libro "Evangelio de la sonrisa", Carlos Montonati)
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