ABConsolata

Misioneras de la Consolata en Argentina y Bolivia
¡BIENVENID@S!

Beata Irene: maestra y apóstola en Gikondi


Sigue el cuento de la vida de la Beata Irene. Hoy presentamos su regreso de los campos militares y su principal apostolado en Gikondi 

Llegada a Gikondi, la hermana Irene junto con la hermana Gabriella reemplazaron a las dos religiosas del Cottolengo, las hermanas María Carola y Ciriaca, valientes pioneras de las misiones en Kenia, que fueron transferidas a Meru.

A la hermana Irene le tocó ocuparse de la escuela. Tenía los requisitos si bien no poseía un diploma de habilitación, "Poseía -ha testimoniado el padre Gillio- más instrucción que la ordinaria en todas las materias escolares. Además de la lengua nativa de los kikuyu conocía muy bien el kiswahili y discretamente el Inglés. Tenía también óptimas disposiciones didácticas, una mano velocísima para escribir y una caligrafía realmente espléndida". Sin embargo, ella se sentía "totalmente incapaz" y para mejorar sus conocimientos había participado en un curso de actualización de tres meses en Nyeri.

Al hablar de escuelas no se piense, al menos inicialmente, en las escuelas europeas. Y al hablar de alumnos de la misión, se debe incluir a personas de todas las edades que estaban interesadas en instruirse. Los más jóvenes especialmente, una vez que contaran con un título de instrucción elemental, podrían encontrar un empleo también en los servicios del gobierno. Sin embargo la afluencia era escasa, al menos al principio, porque la desconfianza por parte de los padres hacia algo que no era el trabajo en los campos era alta. Habían también algunos que se declaraban dispuestos a enviar a sus hijos a la misión a cambio de algo de dinero: un centavo al día, un tanto por semana, y así sucesivamente.


La primera ronda de la hermana Irene por los pueblos para reunir alumnos fue decepcionante: se habló de esto durante las reuniones habituales de la noche, pero se decidió que había que seguir adelante, siendo este uno de los caminos obligados hacia la evangelización, y de centrar la acción especialmente en los jóvenes. El padre Gillio estaba convencido de que, al continuar sembrando, los frutos llegarían aunque no inmediatamente. A partir de los informes trimestrales elaborados por la hermana Irene y enviados al vicariato de INERHI resultó un número bajo de inscriptos en la escuela: sólo 48 en 1920. Luego llegó a 70 y posteriormente al número máximo de un centenar, en una región donde los niños en edad escolar eran varios miles.

Apenas en Gikondi se extendió el rumor de la llegada de una nueva "maestra", un grupo de jóvenes acudió a la choza que servía como aula para ver qué cara tenía y cómo se las arreglaría. Intuyeron de inmediato que era una "principiante"; ella no se dejó influenciar y mirándolos fijamente a los ojos, trató de buscar ese mínimo contacto personal que se requiere para establecer una verdadera comprensión y conocimiento recíproco. Pronto se dio cuenta de que los obstáculos a superar no eran pocos: en ese grupo estudiantil se mezclaban, sin orden ni frecuencia estable, personas mayores, jóvenes y niños, cuyo desarrollo mental era totalmente diferente y estaba vinculado a prejuicios tribales. Superado el primer momento de curiosidad, varios desaparecieron, también porque eran varios los padres que se oponían por necesitar a los más jóvenes para el pastoreo (por costumbre confiado a los chicos); por esto la asistencia correspondía a menudo a la mitad de los inscriptos. Un día se presentó a la escuela un solo alumno: la Sierva de Dios permaneció igualmente en su lugar, convencida de su deber: dar la lección.



Al principio, los horarios eran limitados. La hermana Irene enseñaba durante una hora en la mañana, dedicando el resto del tiempo a la catequesis. Luego, como resultado de nuevas regulaciones del gobierno, la duración de las lecciones se extendió. Esto obligó a la hermana Irene, en 1928, a renunciar a las visitas a las villas. Hay datos estadísticos que ayudan a comprender mejor: en el cuarto trimestre de 1920, las lecciones dadas por ella fueron 198; en el segundo trimestre de 1925 se habían elevado a 464 con 8 lecciones por día, para llegar a la cantidad de 722 un año más tarde, con un promedio de 11 lecciones por día, y en el tercer trimestre del1928 a un pico máximo de 902, con una media de quince lecciones diarias.

La jornada de la hermana Irene estuvo marcada por dos compromisos: la escuela en la mañana y las visitas a las villas por la tarde para ocuparse de las mujeres, de los enfermos y de los catecúmenos. Por la mañana, después de las habituales prácticas de piedad, reunía a los chicos y, hecha la señal de la cruz, comenzaba la "lección". En esa época, no existían programas gubernamentales para la educación; la iniciativa quedaba en manos de los misioneros. Para abrir un centro educativo era suficiente el consentimiento de los jefes del pueblo, confirmado por la administración civil. Así era también para la apertura de la misión cuando, en 1903, monseñor Perlo se puso de acuerdo con el jefe Wambugu y con el Comisario del Gobierno inglés, el Dr. Hindle.

Hay que aclarar que la de Gikondi no era la única escuela cristiana; a una docena de kilómetros de distancia, en Tumutumu, se encontraba un importante centro protestante,  fundado por la Iglesia presbiteriana escocesa y animado por la señorita Marion Scott Stevenson, cuya vida tuvo muchos paralelismos con la de la hermana Irene. Nacida en 1871, veinte años antes de nuestra Beata, desde pequeña se había sentido llamada al servicio misionero. A pesar de haber sufrido durante una década por una enfermedad contraída en su periodo de estudios, había llegado a Kenya en 1907 Después de la formación necesaria, desde 1912 hasta su muerte, se dedicó al apostolado entre las mujeres, muriendo pocos meses antes que la hermana Irene, el 14 de junio de 1930. La gente la llamaba "nuestra madre", "nuestra hermana" "Amiga de las mujeres."


En ese tiempo, aún no se hablaba de ecumenismo; había más bien emulación que colaboración entre las diversas denominaciones cristianas. Sin embargo, la hermana Irene también fue capaz de establecer rápidamente relaciones cordiales con algunos maestros de la Tumutumu, entre ellos, la señorita. Dada su larga experiencia en esas tierras, se podría aprender mucho de ellos sobre los métodos de enseñanza, los problemas educativos y las dificultades comunes para superar. Con su sonrisa que inmediatamente inspiraba simpatía, no dudaba en ir a visitarlos en sus casas, disipando prejuicios y hostilidades. Los invitaba a visitar la misión; algunos fueron con gusto a Gikondi, quedándose incluso para asistir a las funciones. Era la estrategia de la amistad que siempre da frutos. En el fondo, decía la hermana Irene, todos trabajamos para llevar almas a Cristo.
 Del libro: "Evangelio de la Sonrisa"
Beata Irene: maestra y apóstola en Gikondi Beata Irene: maestra y apóstola en Gikondi Reviewed by abconsolata on 1:00 Rating: 5

No hay comentarios:

Con la tecnología de Blogger.