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Hna María Elena: una misión de puertas abiertas

Hna María Elena, misionera de la Consolata, colombiana, hace más de tres años que trabaja en Bolivia, en la misión de Vilacaya, después de una larga experiencia de vida en Argentina. Con ella vamos a charlar un poco sobre su servicio misionero en Argentina.

¿Elenita, cuándo llegaste a Argentina?
El 26 de marzo de 1988 a las 23.00, con una tormenta de locos... Pasamos en Merlo Norte donde me esperaba mi compañera de noviciado, la Hna Marta Elena, que quería saludarme. Era un sábado. El lunes ya me fui a Merlo Norte, destinada a esa comunidad.
Ya era hermana de votos perpetuos: había hecho mi profesión definitiva en Bogotá, en las manos de Madre Rina Carla, un tiempo antes, después de varios años de formación en Italia.



En Italia recibiste la destinación misionera: ¿qué te pareció cuando te dijeron que te destinaban a Argentina?
Estaba muy contenta, pues tenía miedo de deber estudiar el inglés: siempre me aplazé en esta materia... ¡mientras que en Argentina después saqué un 10 en inglés!

Con respeto a tu experiencia de misión en el barrio, ¿cuál episodio te recuerdas?
Nuestra llegada a la casa de San Eduardo: estaba sin vidrio y dormíamos en el suelo. Esa era la aventura: ¡ni teníamos para comer! Luego llegaron las hermanas María Rosa y Ersilia con el almuerzo preparado. Había mucha agua, pues se había largado una fuerte lluvia, y no se podía entrar en el barrio: llegaron caminando, con botas...
Otro episodio bonito fue la llegada de una visita inesperada de seis hermanas de otra congregación. No teníamos nada en casa, y la vecina nos dio un puñado de arroz y unos huevos...


¿Cuándo empezaron la experiencia del barrio que llevó a la constitución de la capilla Consolata?
Nosotras siempre íbamos en este sector, pero de manera asidua sólo desde el 2000, con los Laicos Misioneros que hicieron una misión allí.

¿Cómo nació la idea de la Capilla?
En 2010 hubo la misión para el Centenario del Instituto en conjunto con Padres, Laicos y Hermanas de la Consolata: eran más de 100 misioneros. Ahí la gente pidió un centro para la oración.

¿Y ahora qué te parece, después de tanto caminar?
Fue bueno involucrar la comunidad paraguaya, tan numerosa en el barrio: entre todos se formó una organización bien estruturada, se construyó la capilla muy linda.


¿Cuál es el don más grande que te hizo la misión?
¡Oh... tantos! Don Hilarion y Pichi, hombres completamente alcoholicos, y saber que hoy tienen su casa y su jubilación: ¡son dones impagables! Ver también que hay un grupo juvenil, es algo muy bonito.

¿Si puedieses volver atrás, que harías de nuevo sin lugar a duda?
De nuevo viviría en el barrio, otras 1500 veces.

¿Y qué evitarías?

De salir como comunidad del barrio por miedo...


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