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Misioneras de la Consolata en Argentina y Bolivia
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La grandeza del encuentro

El encuentro con otras culturas es un gran regalo de Dios. Es una experiencia que enriquece y hace sentir el valor de la reciprocidad. ”Dar y recibir el Ayni”: en la cosmovisión andina existe un principio llamado Ayni. El Ayni es el principio de reciprocidad y en él se basan todas las relaciones en la cultura andina. Este principio se aplica tanto a las relaciones sociales y culturales como a la relación de la persona con la naturaleza, con los demás e incluso a la relación de la persona con el mundo espiritual.”

Esta experiencia exige mucha humildad y capacidad de desprendimiento, para entrar con el corazón despojado de tantas seguridades, y dejar que el encuentro nos lleve a percibir el actuar de Dios en el corazón de la cultura, a la cual somos enviadas, para compartir la vida y testimoniar la misericodia y el Amor de Dios-Consolación.


Fue una experiencia que colmó mi vida de alegria y despertó mi corazón a la gratuidad, en la medida en que iba descubriendo aquellos “hilos de Oro”con los cuales el Pueblo iba entretejendo la historia de sus vidas, y los valores que van dando color, belleza y forma al tejido de sus historias y de su cultura.

En mi experiencia con el Pueblo Quechua en Poopó, senti muy fuerte la importancia de la escucha atenta, y tuve una mirada de admiración por lo nuevo que se se me iba revelando a través del encuentro. Hubo silencios que fueron más eloquentes que las palabras, y gestos que hablaron por si solos, y que muchas veces no se llega a comprender totalmente… pero, estás, participás, contemplás, silenciás… Y Dios te sorprende… sentís que la realidad misma te va adentrando en el mistério, y todo lo ritual asume un significado profundo, porque es allí donde “habita” lo más profundo y sagrado de su própria cultura. Y desde allí  sentís el sussurro de Dios que te invita a quitar la sandálias porque estás pisando terreno sagrado.

Muchas veces me senti tan pequeña y la vez agraciada por este hermoso regalo de Dios, que con la vocación misionera me permitió aprender y valorar lo diferente como riqueza compartida en la reciprocidad, en el respeto y en la gratitud.

En los años de mi permanencia en la realidad, andina me dediqué más directamente al trabajo de promoción y capacitación de la Mujer. Esta tarea exigía mucha cercania, paciencia, respeto, escucha, compasión, y ternura, al ver los esfuerzos que cada una hacia por superar su situación en todo lo que podia ayudarle a elevar su autoestisma,”recrear” sus saberes, su creatividad y sus dones para luego ponerlos al servicio de su comunidad.


Verdaderamente Dios hace maravillas en sus creaturas…porque algunas de ellas superando miedos y timideces, llegaron a ser animadoras de sus comunidades, otras se hicieron capacitadoras de sus compañeras hasta el punto de llegar a formar un Centro cuyo lema era ”WARMIS YANAPARIKUNA” Mujeres ayudemonos. Fue un espacio que además de ofrecer todo lo que era capacitación, engrendró mucha vida,  desde el tejer relaciones de confianza mutua, de valorización reciproca, basada en la busqueda de la comunicación de valores que nos llevaron a la integración de lo cultural con el evangelio.

Hoy a distancia de los años transcurridos desde entonces, pasan ante  mis ojos y mi corazón, los rostros de tantas mujeres que me hicieron sentir “una” de ellas y con las cuales aprendi a estar, a valorar la vida, lo sencillo, el compartir, la reciprocidad, lo diferente; a amar la naturaleza, la Pachamama“El Vivir Bien  es recuperar la vivencia de nuestros pueblos, recuperar la Cultura de la Vida y recuperar nuestra vida en completa armonía y respeto mutuo con la madre naturaleza, con la Pachamama, donde todo es vida, donde todos somos uywas, criados de la naturaleza y del cosmos. Todos somos parte de la naturaleza y no hay nada separado, y son nuestros hermanos desde las plantas a los cerros.” como la madre tierra, que todo nos brinda, y a la que tenemos que ser agradecidos. Cuanta gratuidad y bendición recibida… De todo ello hoy hago tesoro en mi corazón.


Gracias mujer Boliviana, por tu fidelidad y fecundidad.
Gracias al aguayo que llevas en tus espaldas y que cubre con cariño el fruto de tu vientre.
Gracias porque en tu caminar te acompaña siempre el aguayo, que simboliza la trama de tu vida, tejida con tanto sacrifício, fortaleza y resignación.
Gracias por las veces que tu aguayo se inclina contigo sobre la Pachamama, la Madre Tierra, para sembrar y cosechar el fruto bendito de tu trabajo.
 Que como vos podamos abrazar con el aguayo de nuestro ser família, la carga de la vida y envueltas  por la ternura y la Misericórdia de nuestra mamita Consolata podamos dejar que el aguayo de nuestra vida se incline sobre la realidad del  mundo con  benevolencia, ternura y Misericordia.

 Y Como dice esta bella oración, qué distinta se saborea la vida desde las espaldas protectoras del Señor y muy pegados a su corazón:

"Ponme en tu aguayo, Señor, lleváme contigo.
Quiero caminar contigo al modo de los hombres.”

Hna Palmira

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